Dice el diccionario de la Real Academia
Española que la desidia es en sentido figurado negligencia o inercia.
Sus sinónimos son también abandono, abulia, dejadez, descuido, desgana,
desinterés, holgazanería, inapetencia, incuria, pereza, vagancia,…
Desde aquellas primeras generaciones que allá por el siglo XV vieron en
mí que como hermosa piedra azul, era extraída de las entrañas de Arucas con el
esfuerzo y la maestría del buen cabuquero para no romper la hebra en
aquellas históricas vetas muchas ya desaparecidas. La Azucarera, El Cerrillo,
La Goleta, El Mirón, etc., son ya recuerdos de mis cunas.
Primero sigilosamente, una cuña, después, otra, y otras más, hasta
encontrar el quiebre de mi hebra. Después el ritmo era marcado con sonoros
instrumentos como el marrón, la barra y el pico de recalar, hasta que un bloque
de mí se desprendía de la veta, para pasar a las manos del entallador, quien sabiamente y conociendo el destino de cada una de
mis imaginarias partes, en un nuevo ritmo marcado por más cuñas, el pico y ese
pequeño marrón llamado mandarria, con la ayuda de escuadras, realizaban mi
despiece en diferentes trozos.
Ya las partes de mi cuerpo tenían la dimensión apropiada, y el cantero empezaba a dibujar con su lápiz
en cartones, que forma habría de tener y que función tenía que prestar.
Sencillamente, definía mi belleza y mi prestancia. Paso a paso, golpe a golpe,
se aproximaba mi destino final. El labrante
tallaba y sacaba de mi alma y de mi cuerpo la belleza en múltiples formas,
aquello que había abocetado el cantero;
formas de seres humanos, de animales, flores, o simplemente, dibujos
geométricos. Interpretaba para mí la última danza con compases, escuadras y
metros; bailaban los cinceles, punzones, trinchantes, fiadores, plomadas, y
escoplos. Toda una gran orquesta y un maravilloso cuerpo de baile para quedar en
mi escenario final, el de mi soñado destino.
Durante muchos siglos he sido protagonista de multitud de edificios de
esta ciudad de Arucas, unos más monumentalistas, como nuestra llamada "Catedral"
o como éste de La Heredad, y otros simplemente como arquitectura doméstica,
unas suntuosas, otras más humildes moradas del vecindario, pero todos ellos orgullosos
de tenerme en sus fachadas, y ahora presos de estas modernas cadenas. Me
convirtieron en el sello de identidad de esta tierra, signo de fortaleza y de
señal palpable de que sus gentes superaban con trabajo las cíclicas crisis de
los monocultivos. Así lo manifestaron con la renovación del paisaje urbano.
Tiempos hubo en que los cabuqueros,
entalladores, canteros y labrantes
que me hacían las lisonjas y caricias se contaban a miles en las distintas
canteras. Muchas de mi pétreas hermanas fueron llevadas a todas las islas, y
hasta hubo algunas que cruzaron el océano para llegar a las tierras americanas
donde se asentaron los isleños: La Habana, San Antonio, Venezuela, Colombia,
Uruguay,…
He compuesto y decorado ayuntamientos, iglesias y heredades, molinos,
castillos y portadas, puentes, cantoneras y acequias, hornos, bancales y hasta
cercados. Incluso aquellas que no pudieron ser talladas en los despieces, mis
hermanos menores los ripios,
contribuyeron a la construcción de muros, sillares y pilares.
Sé que vivimos otros tiempos, donde ahora mi arte ya no es artesanal,
donde las nuevas técnicas facilitan el nuevo arte, no mejor, sino distinto, más
mecánico. Donde la música con la que me elaboran es unísona, con un único tono,
con una sola nota, algo aburrida, más acelerada.
Siempre, durante muchos siglos, aún estando inmóvil en el maravilloso
lugar en el que estoy y para el que fui esculpida, sintiéndome orgullosa por
ello, me encontraba libre, sin ataduras.
La desidia del cableado (www.arucasdigital.com) |
No valen lo suficiente todas las declaraciones de protección que se
hacen, pues al final el poder de la cotización en la Bolsa es superior. Solo
pensar que el soterramiento de tanta conexión puede generar tanto puesto de
trabajo como el que hubo en las canteras de antaño, me produce desencanto e
incomprensión. Es el desencanto por la miseria humana.
Y tu, ser humano que te dedicas a la política, que dices administrarla ¿qué
haces que no lo impides?.
Estas son algunas de las cosas que no demandan grandes esfuerzos económicos
para realizarlas, para ejecutarlas. Hace falta grandes voluntades. Simplemente,
asumiendo su exigencia y cumplimiento, obligando a aquellos que sí tienen esos
enormes recursos económicos y cuyos costes repiten una y otra vez a todos sus
usuarios. Para que sean respetuosos con mi entorno. Y es que al obligarlos a
soterrar las conducciones, generarás muchos puestos de trabajo. Y de paso, me
liberarás. Así de sencillo.
No he matado, no he robado, no he sido sentenciada por ninguna causa
penal, administrativa o social. La única corrupción por la que he sido imputada
es la de los elementos que contaminan mi consistencia, mi vida misma. No es justo que esté presa.
Quítenme tanta atadura, tanto cable, tanta cadena, tanto poste de
amarre, quiero la libertad de mi belleza, de mi historia, y posiblemente así, podrás
ser tu también más libre y más digno. No quiero seguir siendo presa de la
desidia humana.
Humberto Pérez Hidalgo © 2010
Humberto Pérez Hidalgo © 2010
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