lunes, 7 de mayo de 2012

Presa por desidia



Dice el diccionario de la Real Academia Española que la desidia es en sentido figurado negligencia o inercia. Sus sinónimos son también abandono, abulia, dejadez, descuido, desgana, desinterés, holgazanería, inapetencia, incuria, pereza, vagancia,…

¡Cuánto anhelo sus antónimos de cuidado, diligencia, celo, laboriosidad, ...! En mi pétrea condición como elemento compositivo y decorativo importante de este singular edificio de la primera década del pasado s. XX de esta ciudad, de cuyas entrañas me extrajeron, hoy quiero elevar mi silenciosa y lastimera voz para reclamar mi libertad. Soy  el más claro ejemplo del triste acontecer del siglo XXI.

Desde aquellas primeras generaciones que allá por el siglo XV vieron en mí que como hermosa piedra azul, era extraída de las entrañas de Arucas con el esfuerzo  y la maestría del buen cabuquero para no romper la hebra en aquellas históricas vetas muchas ya desaparecidas. La Azucarera, El Cerrillo, La Goleta, El Mirón, etc., son ya recuerdos de mis cunas.  
Primero sigilosamente, una cuña, después, otra, y otras más, hasta encontrar el quiebre de mi hebra. Después el ritmo era marcado con sonoros instrumentos como el marrón, la barra y el pico de recalar, hasta que un bloque de mí se desprendía de la veta, para pasar a las manos del entallador, quien sabiamente y conociendo el destino de cada una de mis imaginarias partes, en un nuevo ritmo marcado por más cuñas, el pico y ese pequeño marrón llamado mandarria, con la ayuda de escuadras, realizaban mi despiece en diferentes trozos.

Ya las partes de mi cuerpo tenían la dimensión apropiada, y el cantero empezaba a dibujar con su lápiz en cartones, que forma habría de tener y que función tenía que prestar. Sencillamente, definía mi belleza y mi prestancia. Paso a paso, golpe a golpe, se aproximaba mi destino final. El labrante tallaba y sacaba de mi alma y de mi cuerpo la belleza en múltiples formas, aquello que había abocetado el cantero; formas de seres humanos, de animales, flores, o simplemente, dibujos geométricos. Interpretaba para mí la última danza con compases, escuadras y metros; bailaban los cinceles, punzones, trinchantes, fiadores, plomadas, y escoplos. Toda una gran orquesta y un maravilloso cuerpo de baile para quedar en mi escenario final, el de mi soñado destino.

Durante muchos siglos he sido protagonista de multitud de edificios de esta ciudad de Arucas, unos más monumentalistas, como nuestra llamada "Catedral" o como éste de La Heredad, y otros simplemente como arquitectura doméstica, unas suntuosas, otras más humildes moradas del vecindario, pero todos ellos orgullosos de tenerme en sus fachadas, y ahora presos de estas modernas cadenas. Me convirtieron en el sello de identidad de esta tierra, signo de fortaleza y de señal palpable de que sus gentes superaban con trabajo las cíclicas crisis de los monocultivos. Así lo manifestaron con la renovación del paisaje urbano.

Tiempos hubo en que los cabuqueros, entalladores, canteros y labrantes que me hacían las lisonjas y caricias se contaban a miles en las distintas canteras. Muchas de mi pétreas hermanas fueron llevadas a todas las islas, y hasta hubo algunas que cruzaron el océano para llegar a las tierras americanas donde se asentaron los isleños: La Habana, San Antonio, Venezuela, Colombia, Uruguay,…

He compuesto y decorado ayuntamientos, iglesias y heredades, molinos, castillos y portadas, puentes, cantoneras y acequias, hornos, bancales y hasta cercados. Incluso aquellas que no pudieron ser talladas en los despieces, mis hermanos menores los ripios,  contribuyeron a la construcción de muros, sillares y pilares.

Sé que vivimos otros tiempos, donde ahora mi arte ya no es artesanal, donde las nuevas técnicas facilitan el nuevo arte, no mejor, sino distinto, más mecánico. Donde la música con la que me elaboran es unísona, con un único tono, con una sola nota, algo aburrida, más acelerada.

Siempre, durante muchos siglos, aún estando inmóvil en el maravilloso lugar en el que estoy y para el que fui esculpida, sintiéndome orgullosa por ello, me encontraba libre, sin ataduras.

La desidia del cableado (www.arucasdigital.com)
¡Porqué tanta desidia! No termino de comprender a los seres humanos de ahora. Mi meta no era ésta, que empresas eléctricas y telefónicas abaratando los costes de sus conexiones me encadenaran, me ataran, me condenaran, me afearan. Y todo ello, por sus dividendos.

No valen lo suficiente todas las declaraciones de protección que se hacen, pues al final el poder de la cotización en la Bolsa es superior. Solo pensar que el soterramiento de tanta conexión puede generar tanto puesto de trabajo como el que hubo en las canteras de antaño, me produce desencanto e incomprensión. Es el desencanto por la miseria humana.

Y tu, ser humano que te dedicas a la política, que dices administrarla ¿qué haces que no lo impides?.

Estas son algunas de las cosas que no demandan grandes esfuerzos económicos para realizarlas, para ejecutarlas. Hace falta grandes voluntades. Simplemente, asumiendo su exigencia y cumplimiento, obligando a aquellos que sí tienen esos enormes recursos económicos y cuyos costes repiten una y otra vez a todos sus usuarios. Para que sean respetuosos con mi entorno. Y es que al obligarlos a soterrar las conducciones, generarás muchos puestos de trabajo. Y de paso, me liberarás. Así de sencillo.

No he matado, no he robado, no he sido sentenciada por ninguna causa penal, administrativa o social. La única corrupción por la que he sido imputada es la de los elementos que contaminan mi consistencia,  mi vida misma. No es justo que esté presa.

Quítenme tanta atadura, tanto cable, tanta cadena, tanto poste de amarre, quiero la libertad de mi belleza, de mi historia, y posiblemente así, podrás ser tu también más libre y más digno. No quiero seguir siendo presa de la desidia humana. 

Humberto Pérez Hidalgo © 2010

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